
Columnas a partir de lo trabajado en el Conversatorio “Cortemos por lo sano”
Entre prevención y predicción
Por: Rosa Soares Nunes
Dra en Cs. de la Educación
Profesora Emérita da Universidad de Portugal
Portugal
“En la actualidad, en Portugal y en muchos otros países, crece la preocupación por el retorno y la intensificación de una visión biologicista y geneticista de la escolarización, que hace eludir la dificultad de responder educativamente a las exigencias de una escuela democrática. En esta conversación se pretende reflexionar acerca del carácter exponencial del desplazamiento de la búsqueda de soluciones educativas, para el campo de las soluciones psicologizantes y medicalizantes que, legitimando “cientificamente” la ausencia de responsabilidad de respuestas educativas en una escuela de masas, naturaliza e invisibiliza fenómenos de exclusión que sobreviven sostenidos por políticas educativas con una carga de apariencia democrática e incluso filantrópica que torna esos fenómenos aún en más intocables.
Mi más profundo agradecimiento a los organizadores de este evento. Muchas gracias Adriana por me invitarme (así sea virtualmente) a la tierra de Mujica.
Mil disculpas por mis dificultades con la lengua. Mi portuñol es pésimo.
En tiempos de confinamiento e incertitud, que ponen en evidencia otras pandemias mas invisibles,
vivimos bajo cielos oscuros, como dice el poeta. Pero Vergílio Ferreira nos recuerda, que es en un fondo de oscuridad donde una cerilla encendida se ve.
Entonces:
En los escritos sobre Literatura y Arte, Bertolt Brecht hace la pedagogía del sentido de la vida, en el rechazo de la palabra bella, pero sin la fuerza de las convicciones: “… esto no es arte. ¿Cómo puede el arte mover a los hombres si no lo mueven sus destinos? Si me encierro a sus sentimientos, ¿cómo pueden sus corazones estar abiertos a mis escritos? Y si no trato de encontrar la manera de liberarlos de su sufrimiento, ¿cómo puedo encontrar el camino de las cosas que escribo?[1]
La patologización y medicalización de la educación y de la sociedad en general se contrapone a esta búsqueda del sentido de la vida, obstaculizando el derecho a decidir qué hacer de ella e con ella.
La crisis económica, histórica y cultural que atraviesa nuestras sociedades de diferentes formas, estructura un panorama de amenaza en torno a la institución escolar y las prácticas educativas.
En esta nueva escuela, los seres humanos ya no se piensan en términos de lo que son, sino de lo que valen, como con cualquier mercancía.
En esta nueva economía, el conocimiento no tiene valor si no se corresponde con las necesidades del mercado, si no se le puede atribuir un valor de mercancía.
Desde al menos los años setenta, la educación, especialmente a partir de mediados de los noventa, es una seducción para los lobis capitalistas que se dan cuenta del potencial.
Retirar a la esfera pública y someter aún más sectores de la vida económica y social al mercado; atacar y desmantelar los servicios públicos; liberalizar, privatizar, mercantilizar.
La mercantilización de la educación, de acuerdo con las necesidades actuales de los mercados, como reguladores de sí mismos y de todo lo que colonizan, hace uso de estrategias altamente productivas, ya que es difícil reconocer su condición de construcción social y la violencia material y simbólica involucrada, tan naturalizada como esta hoy.
Hablo de la clasificación escolar, como selección social eufemizada;
el Sistema de Currículos Alternativos / Educación Dual que es instrumental a la división social del trabajo y la correspondiente desigualdad en la distribución del conocimiento, obstaculizando, desde temprana edad, las condiciones de justicia cognitiva; la patologización de las conductas y la medicalización de la educación escolar, con diagnósticos predictivos precoces a modo de prevención, que se colan a la piel con tanto más eficacia cuanto antes ocurran.
Entrecruzadas, estas estrategias dan la dimensión de su funcionalidad a aperturas engañosas a soluciones que terminan funcionando como negentropía amplificadora del Sistema.
Con Pierre Bourdieu,
“Debemos preguntarnos cuál es la contribución que los intelectuales dan al racismo de la inteligencia. Sería bueno estudiar el papel de los médicos en la medicalización, es decir, en la naturalización de las diferencias sociales, los estigmas sociales, y el papel de los psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas en la producción de eufemismos que permiten designar a los hijos de sub. -proletarios o inmigrantes. de tal manera que los casos sociales se convierten en casos psicológicos y las deficiencias sociales en deficiencias mentales” (1984[2]).
Al abordar la correspondencia entre estructuras mentales y sociales, Pierre Bourdieu menciona que el “habitus”, funcionando como categorías de percepción y apreciación, o como principios de clasificación, produce no solo las prácticas, sino también las representaciones a través de las cuales opera la clasificación de las prácticas de los otros, y de si mismo. Es decir, un sentido de su lugar y un sentido del lugar de los demás en la estructura social.
Este reconocimiento del lugar de cada uno en la estructura social es una condición para no reconocer la verdadera naturaleza de las posiciones diferenciadas de poder.
El tema que nos reúne hoy no puede dejar de remitirnos a un contexto mundial en el que el capitalismo conoce y explora la lógica del deseo, ya que, aunque vende felicidad, sabe que lo opuesto a la tristeza no es la alegría sino la actividad.
Colina, al comentar el diagnóstico de TDAH que actualmente cubre a una parte importante de la población mundial en escolaridad obligatoria, dice que “el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad debe ser visto como la reacción del niño ante un conflicto que retiene el deseo, y algo similar, de muchas conductas de los denominados trastornos límite de la personalidad en la adolescencia y la edad adulta. (…) Es decir, siempre que el deseo se ve comprometido, la acción se inhibe o se intensifica”(en C. Rey, 2012).
Consumismo en el discurso capitalista, hiperactividad para el discurso de la evidencia científica, este último de los “modelos de causalidad biológica y conductivista, a los que el discurso universitario dio púlpito y cátedra” (ibídem) – que excluyen la dimensión del deseo y el sentido interpretativo de los actos – se inscribe en un retorno al reduccionismo biológico que informa la ingeniería del yo, descuidando el conocimiento que proviene del sujeto que mejor se maneja en su ausencia.
En la transposición a la educación del modelo diagnóstico-tratamiento, por un lado, y la acción de la industria farmacéutica globalizada, por otro, la escuela se inscribe en su funcionalidad a un modelo que, para reproducirse, necesita de la ausencia de presión.
A través de políticas represivas o mediante el desarrollo de mecanismos de atomización social, ambos están abiertos a la efectividad de inculcar sentimientos de culpa individual y autoculpabilidad y al florecimiento de actitudes de conformismo, de sumisión. Este modelo requiere un tipo de ciudadano acrítico, resignado, asustado, con un profundo sentimiento de abandono. Un sujeto mínimo, como diría Zemelnam (2004). Un ser humano así no presiona. Acepta.
Respecto a las etiquetas, configuradas en un ejercicio predictivo, Giampino y Vidal[3]refieren que “la mirada que se le ofrece al niño estructura su identidad subjetiva, la melodía de su sentimiento de existir”. Y, en un ejercicio crítico a los enfoques conductivistas, se destaca los efectos de las profecías autocumplidas, con consecuencias que aquí podríamos ilustrar ampliamente en el campo de nuestra propia práctica y reflexiones. Para las autoras,
“Las grillas de comportamiento, de observación de factores de riesgo, otorgan ideas preconcebidas,” prevenciones ” que manipulan a priori (s) que pueden producir efectos de inducción, de proyección, que recaen sobre el niño” (ibidem: 103 ).
En cuanto la prevención se posiciona frente a una amenaza anunciada (“el riesgo de…”), en cuanto no es una gestión en el marco de un proyecto de futuro, entra en la predicción y sus efectos nocivos. Y se convoca el Comité Consultivo de Ética del Estado National de Francia:
Una medicina preventiva que permitiese tener a su cargo, de manera precoz y adaptada, a los niños que manifiestan un sufrimiento psíquico, no puede confundirse con una medicina predictiva, que paradojalmente, aprisionaría a estos niños en un destino que, para la mayoría de ellos, no hubiese sido el suyo, si non hubiesen sido evaluados. El peligro es, en efecto, el de producir una profecía autocumplida, es decir, el de hacer que suceda aquello que se predice en la forma que fue predicho.[4]
Deslizándose entre “indicadores de riesgo”, “criterios de riesgo”, “familias de riesgo”, rápidamente se desliza hacia “niños en riesgo”. Con diagnósticos cada vez más precoces que auguran la identificación premonitoria de agresividad peligrosa e incluso de delincuencia, el cambio de lenguaje, en su aparente inocencia, descarta la responsabilidad adulta de cuidar, dando lugar al lenguaje de la vigilancia policial: en lugar del niño, el menor … cada vez más precozmente imputable. Bajo la apariencia científica, una deriva ideológica amenaza aquí con una especie de psico-pato-sociología que releva de un imprudente pero no neutro control social de las familias.
Un niño cambia, evoluciona, se modifica. Registrar su existencia, guardarlo en la memoria en un disco duro resulta en estigmatizarlo, en hacer fijo lo provisional, con el riesgo de identificarlo para siempre en una dificultad pasajera.
En tiempos de sumisión de los Estados a las exigencias de exclusión disciplinada de las nuevas necesidades del Sistema Mundial, es decir, de un manejo controlado de la exclusión, los llamamientos de la escuela se dirigen a la intervención médica y psicológica, refiriéndose fuera de la responsabilidad primaria, constituyente del sentido de su existencia.
Como esclarece el reconocido e insospechado genetista Axel Kahn, la visión de un gen, que dirija un comportamiento complejo como aquel que comande a la agresividad, la violencia, la delincuencia, la pedofilia, es absurda y falsa.
Esta afirmación no pretende negar la influencia de las propiedades biológicas de nuestro cerebro sobre nuestra vida psíquica.
Al contrario, lo que se descarta es el estereotipo reduccionista de un determinismo genético, delimitando el destino de cada persona.
En el 2005 el propio Presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría se lamentaba porque, como colectivo profesional, permitieron que el modelo bio-psico-social se haya convertido en el modelo bio-bio-bio.
Entonces, enunciando a Shatzman:
Dar a todos la conciencia de que la ciencia no es contraria a la libertad, dar la oportunidad a todos de comprender la naturaleza de la percepción científica, parece ser el único medio de tornar la ciencia aceptable, en una sociedad represiva, que no vacila en ejercer su represión en nombre de la ciencia.
[1] B. Brecht, Escritos de literatura y arte II, febrero de 1938
[2] Bourdieu, 1984, Questions de Sociologie, Ed. Minuit.
[3] Giampino y Vidal, 2009: 102
[4] Avis nº 95 du Committee consultif national d’éthique, février 2007
Mi traducción.