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Columnas a partir de lo trabajado en el Conversatorio “Cortemos por lo sano”


Salud mental de adolescentes en tiempos de pandemia” GEDIS(FCS – UDELAR)

Por: Dra. María Noel  Miguez  

Maestrante Lucía Sánchez Solé                                                           


El Conversatorio “Cortemos  por lo sano: Desmedicalizar  y despatologizar  a jóvenes y    adolescentes”,   es   organizado   conjuntamente   por   el   Grupo    de   Trabajo “Medicalización y patologización de las  infancias  y adolescencias”   de la Institución Nacional  de  Derechos   Humanos  (INDDHH)  y la Confederación   de Adolescencia  y Juventud  de  Iberoamérica,  Italia  y  Caribe   (CODAJIC), de  manera  de  reflexionar colectivamente  en torno a la temática de la salud mental de adolescentes y jóvenes. En  este escenario,   el  Grupo   de  Estudios   sobre   Discapacidad  (GEDIS),   de  la Facultad de Ciencias  Sociales, Universidad  de la República (Uruguay), que integra el GT de la INDDHH desde sus inicios, desplegó una encuesta en las redes  sociales, durante todo el mes de marzo de 2021, de manera de conocer  cómo el contexto de emergencia   sanitaria   por   COVID-19   ha   impactado   en   la   salud   mental   de adolescentes en Iberoamérica, específicamente, en el consumo de psicofármacos  y/ o psicoestimulantes en adolescentes.

El total de respuestas recibidas fue de 225, de las cuales tres cuartas partes provinieron  de  Uruguay, ya que fue  el  país  desde  donde surgió  la misma. Por el carácter de  la  encuesta,  no  se trata  de  una  muestra  representativa,  sino  de  un universo que nos permite aproximarnos a la temática a partir de datos concretos.

Gráfico 1: Distribución porcentual de respuestas  por países.

Con  relación a los/as  sujetos/as  que  respondieron   la encuesta,  contamos con  los aportes de adolescentes,  familiares,  estudiantes universitarios/as,  profesionales de la educación, profesionales   de la salud, profesionales   judiciales  y profesionales   del área psicosocial. El 54% de quienes  respondieron  la encuesta  fueron profesionales del área de la salud, seguido por un 16% de profesionales  del área de la educación y un  16% de  familiares, un  6%  de  adolescentes, un  4% de  profesionales  del  área social  y un 3% de estudiantes universitarios.

Gráfico 2: Distribución de respuestas  por sujetos/as.

A partir de este universo, se despliegan  a continuación  los ejes sobre los cuales se basó  la encuesta, a saber:  1) tendencia  y magnitud de  las  consultas  con profesionales   de  la salud  mental y de  quién  proviene  el  interés de  la consulta; 2) tendencia  y  magnitud del  consumo   de  psicofármacos   y/o  psicoestimulantes   en adolescentes y el tipo de psicofármacos  y/o psicoestimulantes  consumidos.

1.  Consultas con profesionales de la salud mental.

El primer eje da cuenta de  la tendencia  y magnitud de  las  consultas  con profesionales   de la salud mental. En un primer momento se leen por separado  los datos  sobre  tendencia  y magnitud, para  luego  cruzarlos. Se cierra  con  los datos sobre  la procedencia del interés por la consulta.

Con relación a la tendencia en las consultas con profesionales de la salud mental, un

75% respondió que aumentaron, mientras que  un 13% respondió  que no hubieron cambios, y un 11% que no aumentaron. Esto da cuenta de que 3 de cada 4 sujetos/ as   que   respondieron    la  encuesta   consideran   que   aumentó  el   número  de   las  consultas con profesionales de la salud mental a partir de decretada  la pandemia por

COVID-19.

Gráfico 3: Tendencias en las consultas con profesionales  de la salud mental.

Con  relación  a la magnitud de las consultas con profesionales  de la salud mental, el

34% planteó que  aumentaron mucho, un 41% que  aumentaron levemente, un 13% que   no   hubo   cambios,   un   4%  que   descendieron    levemente   y   un   7%   que descendieron mucho.

Gráfico 4: Magnitud de las consultas con profesionales  de la salud mental.

Esto da  cuenta  del  correlato   entre  tendencia  y  magnitud,  a  saber:   del  75%  que planteó  que   habían  aumentado  las   consultas,  el  34%  respondió   que  aumentó mucho,  mientras  que  el  41%  respondió   que  aumentó  levemente;  del  11%  que planteó  que  habían  descendido  las  consultas,  un  7%  respondió   que  descendió mucho, mientras que  el  4% respondió  que descendió  levemente; el  13% restante considera que no hubieron cambios.

Con relación a la procedencia del interés por la consulta, el 21% fue del/de la adolescente, el 56% de las familias, el 15% de profesionales  de la salud, el 15% de profesionales    de  la  educación,  el  2%  de  profesionales   del  área  social,  con  un restante 2% con otras respuestas.

Gráfico 5: De quién provino el interés para la consulta.

Estos datos  arrojan  que  el  interés  en  la  consulta  con  profesionales   de  la  salud mental provino  de los hogares  en un 67%, siendo  fundamentalmente los referentes familiares quienes  demostraron mayor interés. El interés proveniente de profesionales   de  la  salud,  de  la  educación   y  del  área  social   fue  de  un  31%.  El restante 2% dio otras respuestas.

2. Consumo de psicofármacos y/o psicoestimulantes en adolescentes

El segundo eje da cuenta de la tendencia y magnitud del consumo  de psicofármacos y/o psicoestimulantes  en adolescentes. Tal como se realizó en el eje anterior, en el primer  momento  se leen por separado  los datos  sobre  tendencia y magnitud, para luego cruzarlos.

Con  relación a la tendencia en el consumo  de psicofármacos  y/o psicoestimulantes en adolescentes, un 43% respondió  que aumentó, mientras que un 18% respondió que no hubieron cambios, y un  39% que  tal vez aumentó. Esto da cuenta que 4 de cada   5  sujetos/as  que   respondieron    la   encuesta    consideran    que   aumentó   el consumo de psicofármacos y/o psicoestimulantes en adolescentes a partir de decretada  la pandemia por COVID-19.

Gráfico 6: Tendencias en el consumo de psicofármacos y/o psicoestimulantes en adolescentes.

Con  relación  a la magnitud en el consumo  de psicofármacos  y/o psicoestimulantes en  adolescentes, el  3%  respondió   que  aumentó  muy poco, el  17% que  aumentó poco, el 33% que aumentó mucho, el 4% que aumentó demasiado. El restante 43% planteó que no sabe o no contestó.

Gráfico 7: Magnitud del consumo de psicofármacos y/o psicoestimulantes en adolescentes.

Al hacer  confluir  las  variables  de  tendencia  y magnitud, no  surge  un correlato  tan claro  entre  quienes  plantearon que  la tendencia  al consumo  de  psicofármacos  y/o psicoestimulantes en adolescentes aumentó desde  que  fue  decretada  la pandemia por COVID-19. Del 82% de aumento surgido en la tendencia (43% planteó que aumentó, 39% planteó que  quizá  aumentó), al visualizarlo   en  la magnitud, el 57% plantea  que   hubo   aumento  (muy  poco   el   3%,  poco   el  17%,  mucho  el   33%, demasiado el 4%). Una primera lectura inicial de  esto podría estar  orientada hacia que varios/as  de quienes  plantearon que posiblemente hubo aumento, en esta segunda pregunta plantean que no saben o no contestaron, lo que hace el descenso del 82% de la tendencia de aumento, al 57% de la magnitud.

Con  relación al tipo de psicofármacos  y/o psicoestimulantes  consumidos, desde los/

as  sujetos/as  que  respondieron   este punto  en   la  encuesta,  por  lo  general,  se plantearon nombres  diversos   de  las  drogas  utilizadas. Además,  aparecen  varias respuestas con más de una droga consumida.

Sobre  un universo de 225 respuestas, 74 plantearon el consumo de ansiolíticos, 90 de  antidepresivos, 44 de  estimulantes, 31 de  reguladores  del  humor, 57 de  otras drogas  (como  inductores  del  sueño, antialérgicos, relajantes  musculares, alcohol, cannabis) y 94 que no sabían o no contestaron.

Gráfico 8: Psicofármacos  y/o psicoestimulantes consumidos por adolescentes.

A partir de  estos datos genéricos  de todos/as  quienes  respondieron  este eje en el cuestionario,   se distribuye    la   información    según adolescentes, familiares, profesionales  de la salud y de la educación.

Según los/as  adolescentes que respondieron  el  cuestionario, sobre  un total de  14 respuestas, 2 plantearon el consumo de ansiolíticos, 3 de antidepresivos, 3 de otras drogas  (como  inductores  del  sueño, antialérgicos, relajantes  musculares, alcohol, cannabis)  y 6 que no sabían o no contestaron.

Gráfico 9: Psicofármacos  y/o psicoestimulantes consumidos por adolescentes según adolescentes.

Según los/as  familiares que respondieron el cuestionario, sobre  un total de 35 respuestas, 32 plantearon el consumo  de ansiolíticos, 30 de antidepresivos, 12 de antipsicóticos,  11 de estimulantes,  4 de reguladores  del humor,  24 de otras drogas (como inductores del sueño, antialérgicos, relajantes musculares, alcohol, cannabis) y 16 que no sabían o no contestaron.

Gráfico 10: Psicofármacos  y/o psicoestimulantes consumidos por adolescentes según familiares.

Según  los/as  profesionales  de la salud que respondieron  el cuestionario, sobre  un total   de  121  respuestas, 35   plantearon   el  consumo de  ansiolíticos, 24  de antidepresivos, 8 de antipsicóticos, 7 de estimulantes, 1 de reguladores del humor, 5 de  otras  drogas  (como  inductores  del sueño, antialérgicos, relajantes  musculares, alcohol, cannabis)  y 60 que no sabían  o no  contestaron. Con  relación  a este alto número  de  ns/nc,   varios/as   profesionales   de  la  salud  plantearon que  según  sus disciplinas  (psicología,  enfermería,  etc.)  no  pueden   medicar  y  que,  por  ende, No conocen  o saben  cuáles  son  los  psicofármacos   y/o  psicoestimulantes   que  están consumiendo los/as adolescentes en tiempos de covid.

Gráfico 11: Psicofármacos  y/o psicoestimulantes consumidos por adolescentes según profesionales de la salud.

Según  los/as  profesionales  de la educación que respondieron  el cuestionario, sobre un total de 35 respuestas, 5 plantearon el consumo de ansiolíticos, 33 de antidepresivos, 12 de antipsicóticos, 26 de estimulantes, 1 de reguladores del humor,

25 de otras drogas (como inductores del sueño, antialérgicos, relajantes musculares, alcohol, cannabis)  y 12 que no sabían o no contestaron.

Gráfico 12: Psicofármacos  y/o psicoestimulantes consumidos por adolescentes según profesionales de la educación.

s allá de los números: reflexiones contextualizadas

Si  bien  la encuesta  no  nos  permite aseverar   ni  generalizar  ciertos  aspectos   que surgen de la misma, nos invita y da pistas para pensar en torno a algunos ejes.

En primer lugar, interrogarnos sobre  el aumento de las consultas: ¿por qué se cree

que  aumentaron?  ¿Qué  implica para los  adolescentes  la pandemia? ¿Qué  implica ser  adolescente   en   tiempo  de   pandemia?  ¿Por  qué   se  cree que   aumentó   el consumo de psicofármacos cuando en general se tiende a asociar el mismo al rendimiento  y  conducta  en   espacios    educativos?  ¿Que   supone   que  el  mayor consumo esté asociado a los ansiolíticos y antidepresivos en este contexto?

De las  interrogantes  expuestas   se  desprenden  algunas  reflexiones.  Es  posible reconocer  con la pandemia un incremento  de la incertidumbre y de la percepción  de las personas  de la misma. Incertidumbre en torno a la salud, la enfermedad, la cura, los avances científicos, lo que está bien hacer, lo que no, etc. Pensando concretamente en este último aspecto  y la importancia de los vínculos, el encuentro con otros, con los pares, el cara a cara en la adolescencia, es que surgen tensiones. Asimismo,  otra  lectura  posible   remite  a  la  tensión   o debate  entre  los  mandatos sociales / sanitarios  en oposición  a las condiciones  reales  y materiales de existencia. La romantización del ”quedate en casa”, ¿en qué casa? ¿En qué condiciones?

Estas  situaciones  generan  angustia,  porque  cuando  no  se  cumple  con  ellas,  se señala  y culpabiliza  a los sujetos. El otro se torna un potencial  peligroso permanentemente: mi “no compromiso” puede enfermar, y hasta  matar, a mis seres queridos. Se produce  y reproduce  una mirada culpabilizadora  hacia las adolescencias  y juventudes, muy difundida por expertos  y referentes en la temática (basta escuchar entrevistas periodísticas y anuncios publicitarios).

No obstante,  paralelamente  al  “quedate  en  casa” y  las  diversas   restricciones,  el mercado  sigue   operando,  se  sigue   entrometiendo  puertas   para  adentro  de  los hogares, con las redes sociales como aliadas. Pensemos  hoy día en torno a la figura de  los/las  “influencers”   y su rol en las  adolescencias,  resurgiendo  la necesidad  de ser parte, de pertenecer en un mundo de exhibiciones  constantes.

En  este contexto,  ¿Cómo  hacer  para  desde   el   mundo  adulto  y  profesional    no individualizar problemas que trascienden singularidades?  ¿Cómo pensar respuestas que re-sitúen  a los/as  adolescentes  en este nuevo  escenario?  Ante el aumento de consultas  en salud mental, ¿qué oportunidades hay para idear estrategias  y habitar esos espacios desde otros lugares posibles?

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